ORACIÓN
Madre
mía que estas en la tierra,
que
de barro y de arcilla me has hecho,
necesito
el calor de tu pecho,
vengo
herida de amor y de guerra.
Esta
herida que sangra y no cierra,
déjame
reposarla en tu lecho,
cúbreme
con tu manto de helecho
sobre
azul resplandor de la sierra.
Tuve
un canto de amor, pero el cielo
se
burlo una vez mas de mi anhelo
y
me hizo caer de su altura.
Heme
aquí, madre mía, en tu suelo,
derrotada,
doliente e impura,
pero,
al fin, tu carnal criatura.
Blanca
Barojiana (4/marzo/2016)
RIMAS
I
Llene
el balcón de rosas florecidas
para
ofrecértelas en primavera,
las
aboné con mano cuidadosa
en
la dulce alegría de la espera.
Hablaste
tú con palabras de invierno,
las
rosas se aterían de la pena:
las
guardé en mi interior, como una madre
que
intenta que sus hijas no se mueran.
II
¿Por
qué vuelves después de tanto tiempo
a
buscar mi mirada?
La
senda que una vez llevo al olvido,
no
ha de ser desandada.
De
aquel amor que un día rechazaste,
no
puede quedar nada;
y
si acaso algo queda, es exclusiva
propiedad
de mi alma.
III
No
se cansó la rosa de esperarte
en
mi balcón, erguida y silenciosa.
Llego
el invierno cruel. Siguió esperando...
Decía
la gente: ¡Oh, mira que rosa!
IV
Te
escribiré un poema cada día
para
ponértelo bajo la almohada.
No
los leerás, lo sé, porque en tu vida
no
queda tiempo, ¡estás tan ocupada!
Mas
si ese mundo al que ahora perteneces,
un
día te dejara abandonada,
consuélate:
no fue un tiempo perdido:
en
todas tus ausencias, yo te amaba.
V
Como
yo te escribí, nadie te ha escrito;
como
mentiste tú, nadie ha mentido.
Ese
amor al que niegas la existencia,
¡yo
sí que lo he vivido!
VII
Dices
que no te amo, que son todo ilusiones;
disculpas
este amor, como locura vana.
Pero,
mientras escucho tus mil y una razones,
sonríe
tu mirada.
La
ciencia de la psique dominas, y antepones
la
razón sobre todo desvarío del alma.
Más
tras tus argumentos y tus explicaciones,
sonríe
tu mirada.
Ignoras
que yo habito, mi amor, en las regiones
ocultas,
inflamadas por esa eterna llama
que
destila la vida en crisol de pasiones.
¿Lo
sabe tu mirada?
VIII
Amor,
amor: quemante sol de estío,
lengua
voraz de fuego incombustible;
amor,
amor: dime cómo es posible
que,
entre tus llamas, yo... muera de frío.
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